Dos dinosaurios en vías de extinción

El gobierno de Estados Unidos de América ha decidido suspender las transmisiones de Radio Martí, y no puedo más que aplaudir. No porque no me interese la libertad de Cuba, sino porque seguir insistiendo en este vetusto medio, después de 40 años sin resultados, es como intentar revivir el telégrafo en la era del internet. Los tiempos han cambiado, y los hábitos de los cubanos también. Actualmente, no tenemos ninguna garantía de que alguien en la isla siga escuchando sus transmisiones.

Lo cierto es que los únicos realmente perjudicados por la desaparición de Radio Martí son sus empleados, quienes se aferran a sus puestos de trabajo como balseros en alta mar. De los aproximadamente 100 empleados de la Oficina de Transmisiones a Cuba, que está a cargo de la radioemisora, 46 son empleados profesionales registrados en la nómina federal, todos con salarios superiores a $100,000 dólares anuales. Esta radio llegó a costarle al pueblo americano más de 20 millones de dólares al año.

Y ya que hablamos de radios financiadas con dinero público, ¿por qué no aprovechar la ocasión y eliminamos también NPR (Radio Pública Nacional)? Su programación está plagada de ideología de izquierda, y su noticiero —ironías de la vida— ni siquiera es nacional, sino el de la BBC (British Broadcasting Corporation), el cual es narrado con un pesado acento británico que lo hace difícil de entender.

Al parecer, tendremos que decirle adiós a Radio Martí. Si alguien todavía quiere enviar mensajes de libertad a Cuba, que lo haga con métodos más eficaces, acordes a los tiempos actuales, sin burocracia y sin que los contribuyentes americanos tengamos que seguir pagando por algo que, aunque romántico, ya no funciona.

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