Entré a la farmacia CVS por una medicina… y terminé con un ataque de risa.
Todo —y cuando digo todo, es TODO— está bajo llave: desodorantes, jabones, enjuague bucal, etc. Es como si de repente, los criminales hubieran enloquecido por el aseo y la higiene personal.
Si quieres algo, tienes que llamar a un empleado, esperar que llegue con su llavecita maestra y luego pedirle permiso hasta para oler el desodorante a ver si te gusta su aroma.
Pero algo me llamó poderosamente la atención.
Los bronceadores estaban al alcance de todos, como si nadie en su sano juicio fuera a robarlos.
Y al fondo, encontré otra zona sin protección: los libros y revistas. Y, para rematar, las tarjetas para el Día del Padre estaban ahí, a la espera de que se las llevaran. Sin candado, sin alarma… ¡totalmente desprotegidas!
¿Casualidad? ¿Falta de interés o de necesidad?
Yo creo que CVS ha puesto en evidencia algo que nadie se atreve a admitir, al menos no en voz alta:
No hay interés de los criminales en estos productos… ¡No los quieren ni regalados! ¿Por qué será?