En Los Ángeles, un barbero —desesperado por la invasión de desposeídos acampando frente a su negocio— tuvo una idea tan ingeniosa como polémica: colocó un altavoz que reproduce, sin pausa, la famosa canción infantil Baby Shark durante las 24 horas del día. ¿Su meta? Espantar a los homeless de la acera. ¿Y saben qué? ¡Funcionó!
Ahora los desamparados huyen despavoridos del lugar, víctimas de la tortura auditiva a la que los sometió el barbero. Algunos ya han levantado su queja ante los medios: dicen que no aguantan más el «turu tu turu tu». Porque, en la California progresista, si no puedes ofrecerle techo a un ser humano, al menos puedes destrozarle el tímpano con reguetón infantil. Humanismo versión karaoke.