Durante su fastuosa gira por el Medio Oriente, Donald Trump fue recibido como todo lo que sueña ser: rey, emperador, sultán y centro de atención. Alfombras rojas, caravanas de lujo, aplausos coreografiados y sonrisas de petrodólar. Todo el protocolo se rindió ante su paso… excepto una figura.
Melania Trump, siempre impecable y medida, no lo acompañó. No apareció en fotos, ni en saludos, ni siquiera como rumor. Su ausencia, sin embargo, se volvió protagonista. Algunos dijeron que prefirió mantenerse al margen. Otros, que su presencia podría haber opacado al protagonista. Y los más suspicaces sugirieron que, tratándose de una gira por tierras de sultanes, al presidente le convenía viajar solo.
Porque hay viajes de negocios, viajes de placer… y viajes que no se cuentan.