Un hombre que fue símbolo. Un nombre que repitieron con rabia, con rabia, con rabia… hasta que se volvió consigna. Padre, mártir, santo civil. Luego, expediente: Kilmar Abrego García.
Hoy no hay marcha. No hay cartel. No hay portada. Solo una imagen.
Una postal enviada desde el CECOT. por el reo expatriado, dice:
«Por favor, no me olviden.»
—Kilmar
Porque los demócratas que lo usaron… ya no lo visitan. Porque los medios que lo glorificaron… ya no lo cubren. Porque los que gritaban su nombre… ahora no quieren ni oírlo.
Y él sigue ahí. En su tierra, El Salvador. Viendo la roncha que él causó desaparecer en el olvido.